¡Que buen trabajo! ¡Jefe de profesión! Algunas personas han nacido para ello, sin duda alguna han sido bendecidos con los santos óleos de la jefatura. Desde pequeñitos se les veía venir, y es que apuntaban maneras ya en la más tierna infancia. Son una especie aparte, de los que van quedando menos, pero que nunca llegará a extinguirse. El típico «jefe español», que ha llegado a donde está por ser primo segundo del vecino del director, que no sabe más que las cuatro reglas y para el cual escribir una simple instancia es poco menos que un crucigrama. A todos ellos les dedico este romance… el «Romance del Jefe Español«:
Para llegar a ser jefe
no te tienes que olvidar:
de hacerte muchos amigos
y no tener dignidad.
Aprende a jugar al fútbol,
pero no cualquier manera,
practica el fuera de juego
y tira balones fuera.
“¡Yo no he sido el que lo ha hecho!”,
apréndelo de memoria.
Critica a tus compañeros,
no te mezcles con la escoria.
Y vende siempre a tu gente
para obtener beneficio,
nunca pienses en el precio,
que no es tuyo el sacrificio.
Y si hay uno que destaca
entre tus subordinados,
átalo fuerte a una estaca,
tenlo siempre controlado,
no vaya a ser que otro jefe
de rango mayor que el tuyo
lo ponga de directivo
y quedes como un capullo.
Trabajar es lo de menos,
la empresa importa un pepino,
tú sólo intenta cobrar
y meter a tu sobrino.
Que en esta vida sin rumbo
de sinsabor y quimera,
desde que el mundo es mundo,
ponen de jefe a cualquiera.
La verdad nos hará libres.
Y yo me pregunto ¿Qué se enseña entonces en la Universidad? ¿Acaso no se estudian disciplinas de carácter social? Tal vez la ética y la responsabilidad han pasado de moda y ahora nos preocupa más el beneficio propio en lugar del beneficio colectivo.
Un país es de todos los que habitan en él y no sólo de unos cuantos que únicamente buscan su satisfacción personal en forma de cifras de varios ceros a la derecha y tener un buen “cartel” hacia unos pocos en vez de volcar sus conocimientos y su formación, pagada por todos a través de los impuestos al Estado, hacía la colectividad.
Puede ocurrir también, que para ser jefe, como dice el romance, no sea necesario tener conocimientos. En este caso, debería existir la ética, primeramente, la personal y en segundo lugar la profesional. En caso de falta de ética, podríamos echar mano a la educación y si ésta no existiera, entonces, deberíamos de reconsiderar que se nos enseña en la escuela.
A falta de todo, siempre nos queda el respeto. Y si éste no se tiene, pues, apaga y nos vamos.
¿Alguien puede decirme donde estamos?
Obviamente, no todos los jefes son así, ni siquiera la mayoría, pero seguro que al leer detenidamente el romance no podemos evitar pensar en aquel jefe que tuvimos hace años, o en el jefe de nuestro hermano… Si el romance nos recuerda a nosotros mismos, es hora de replantearse nuestro modo de vida.
El artículo está muy relacionado con el de «La generación tapón», que habla de toda una barrera para los nuevos profesionales.
Desgraciadamente, como dice «De aquí y de allí», la educación y la ética brillan por su ausencia entre los directivos de medio pelo a los que les falta, en demasiadas ocasiones, una buena dosis de respeto por el compañero.
La verdad nos hará libres.
Saludos.
Me da la impresión que este artículo se justifica porque cuentas con un jefe algo cabroncete, ¿me equivoco? Tengo suerte: mis jefes son profesionales ejemplares. Un cordial saludo.
Je… no voy a comentar nada de mi jefe porque es posible que lea esto. Por otro lado, sí que he visto a muchos jefes que se ajustan al perfil del romance como un guante a la mano. Me alegra que estés rodeado de profesionales, de esos ya quedan pocos.
De momento, mientras no cambien las cosas, lo mejor es tomárselo todo a risa, :).
La verdad nos hará libres.
Saludos!